Parroquia de la Purísima Concepción y de San José
MENSAJE DE AÑO NUEVO 2009
Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6)
Estamos despidiendo el año 2008, que para algunos ha sido para olvidar; para otros, un año de realización personal, de consolidar proyectos, de reconciliación, de perdón, de paz y también para algunos, un año difícil.
Independientemente de cómo nos haya ido, lo cierto es que cierras un volumen más del libro de tu vida. Cuando comenzaste este libro todo era tuyo, te lo puso Dios en las manos, podías hacer con él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, un sistema, una oración, un trabajo, una vocación, unos ideales. Podías... hoy ya no puedes; no es tuyo, ya lo has escrito, ahora es de Dios.
Por tanto, es importante que a estas alturas y en este momento hagamos un alto en la vida para fijarnos cómo hemos escrito y cómo debemos escribir nuestro libro, en cuanto si lo estamos edificando sobre roca o sobre arena. El Papa Benedicto XVI dice al respecto: "La casa de nuestra vida se puede construir sobre la arena o la roca". La arena está entre las cosas que se pueden tocar, como el dinero, el éxito, la carrera. Aparentemente éstas son las realidades, pero se puede perderlo todo. En cambio, la roca está entre las cosas trascendentales, que no se pierden en cuanto que no dependen únicamente de nosotros, sino de Dios. (Mensaje a los obispos reunidos en sínodo, Octubre 2008) (Mt 7, 24-27).
Mirar la propia vida es una actitud de persona madura, ya que nos permite ver con qué contamos para recibir el nuevo año 2009. Por eso, toma tu libro y hojéalo despacio, deja pasar sus páginas por tus manos y por tu conciencia. Ten el gusto de verte a ti mismo. Lee todo. Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor esfuerzo y tu mejor estilo. Lee también aquellas páginas que nunca quisieras haberlas escrito. No.... no intentes arrancarlas, es inútil. Ten valor para leerlas, son tuyas. No puedes arrancarlas, pero puedes anularlas cuando escribas tu siguiente libro.
Por consiguiente, no podemos iniciar nuestro libro de este año fuera de los ámbitos de Dios, tenemos que hacerlo dentro de los planes de Dios, que es el dueño de la vida, y como dueño de la vida hace que sus planes se realicen en nosotros, ya que son para nuestro bien.(Mt 20, 1-26). San Pablo, en un hermoso texto bíblico nos invita a tener siempre en cuenta los designios de Dios en nuestra vida, a renunciar a toda maldad y a ser un pueblo fervorosamente dedicado a practicar el bien de una forma perseverante (Tito, 1, 11-14)
Construir este año al margen, incluso, en contra de los planes de Dios es una vía rápida y segura al fracaso; en cambio construir la vida teniendo en cuenta los planes de Dios, es darle a la vida el valor con el cual ha sido creada, “Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles”(Sal 126). Dios, al crearnos, nos traza un proyecto de vida, proyecto que todos debemos procurar buscar, encontrar y realizar (Documento de Aparecida 391).
En la actualidad, hay quienes viven o quieren vivir como si Dios no existiera; esto se palpa en la manera de pensar y actuar con respecto a la vida (a través de las drogas, el alcohol, la prostitución, el aborto, la eutanasia, el suicidio e incluso en una falta de preocupación por la salud). Este año que iniciamos tenemos que afrontar las situaciones que amenazan la propia vida y la de los demás; pues únicamente el mundo cambiará cuando tú y yo cambiemos en el modo de ver y valorar la vida en Cristo quien nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y vida” (Jn 14, 6; Aparecida 33).
Por eso, este año tiene que ser para cada uno de nosotros una oportunidad para mirar en el horizonte de nuestra vida la felicidad como una posibilidad real y como una esperanza para aquellos que la han perdido por vivir de una manera superficial e irresponsable (por ejemplo: el fracaso de tantas familias que sufren a causa del orgullo, la infidelidad, la falta de perdón, reconciliación, comprensión y apoyo).
Al iniciar un nuevo año, hay quienes se ponen confiadamente en manos de Dios; otros, tienen una gran preocupación en prácticas supersticiosas como: vestir alguna prenda de color rojo, comer uvas, etc., para atraer la buena suerte, sin caer en cuenta que la seguridad y la felicidad dependen de un ser superior, Dios y de nuestro empeño y dedicación al trabajo, en la práctica cotidiana del ahorro, en mantenernos a sana distancia del consumismo y despilfarro. Por eso, una de las causas por las cuales los jóvenes tienen un mínimo interés por las cosas de Dios, es que ha sido desplazado por dioses materiales, que únicamente dan una satisfacción temporal y no eterna, como la que da nuestro Dios.
Hermanas y hermanos, iniciemos este año con la mirada firme en el horizonte, viviendo los grandes valores del Evangelio: amor, trabajo, justicia, honestidad, comprensión, respeto y paz. Valores que hacen que la vida sea auténtica, segura en su objetivo, madura y solidaria con los demás.
En el amanecer de un nuevo año, compartamos “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (G.S. 1). Haciendo realidad, las palabras del Papa Benedicto XVI, que nos invita a combatir la pobreza y construir la paz. ¿Qué debemos entender por pobreza, según nuestro Papa? Nos dice que debemos tener una visión amplia y realista de la pobreza. Si ésta fuese únicamente material, las ciencias sociales, que nos ayudan a medir los fenómenos basándose sobre todo en datos de tipo cuantitativo, serían suficientes para iluminar sus principales características. Sin embargo, sabemos que hay pobrezas inmateriales, que no son consecuencia directa y automática de carencias materiales. Por ejemplo, en las sociedades ricas y desarrolladas existen fenómenos de marginación, de pobreza relacional, moral y espiritual: se trata de personas desorientadas interiormente, aquejadas por formas diversas de malestar, a pesar de su bienestar económico. Está, por una parte, el llamado « subdesarrollo moral» y, por otra, las consecuencias negativas del «súperdesarrollo». Tampoco debemos olvidar que, en las sociedades definidas como «pobres», el crecimiento económico se ve frecuentemente entorpecido por impedimentos culturales, que no permiten utilizar adecuadamente los recursos. De todos modos, es verdad que cualquier forma de pobreza no asumida libremente tiene su raíz en la falta de respeto por la dignidad trascendente de la persona humana. Cuando no se considera al hombre en su vocación integral y no se respetan las exigencias de una verdadera «ecología humana», se desencadenan también dinámicas perversas de pobreza que afectan a la misma humanidad.
Por eso, en la medida que cada uno procure salir de su pobreza en todas sus dimensiones, no hace otra cosa que lograr la paz personal y la solidaridad con los demás. Sobre todo en el Evangelio aprendemos la sublime lección de ser pobres siguiendo a Jesús pobre, la de anunciar con nuestra propia vida el Evangelio de la paz… sin poner nuestra confianza en el dinero ni en el poder de este mundo (Aparecida 31).
Equipo de presbíteros y diáconos
de la parroquia de la Purísima Concepción y de San José
Progreso, Yucatán .
MENSAJE DE AÑO NUEVO 2009
Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14,6)
Estamos despidiendo el año 2008, que para algunos ha sido para olvidar; para otros, un año de realización personal, de consolidar proyectos, de reconciliación, de perdón, de paz y también para algunos, un año difícil.
Independientemente de cómo nos haya ido, lo cierto es que cierras un volumen más del libro de tu vida. Cuando comenzaste este libro todo era tuyo, te lo puso Dios en las manos, podías hacer con él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, un sistema, una oración, un trabajo, una vocación, unos ideales. Podías... hoy ya no puedes; no es tuyo, ya lo has escrito, ahora es de Dios.
Por tanto, es importante que a estas alturas y en este momento hagamos un alto en la vida para fijarnos cómo hemos escrito y cómo debemos escribir nuestro libro, en cuanto si lo estamos edificando sobre roca o sobre arena. El Papa Benedicto XVI dice al respecto: "La casa de nuestra vida se puede construir sobre la arena o la roca". La arena está entre las cosas que se pueden tocar, como el dinero, el éxito, la carrera. Aparentemente éstas son las realidades, pero se puede perderlo todo. En cambio, la roca está entre las cosas trascendentales, que no se pierden en cuanto que no dependen únicamente de nosotros, sino de Dios. (Mensaje a los obispos reunidos en sínodo, Octubre 2008) (Mt 7, 24-27).
Mirar la propia vida es una actitud de persona madura, ya que nos permite ver con qué contamos para recibir el nuevo año 2009. Por eso, toma tu libro y hojéalo despacio, deja pasar sus páginas por tus manos y por tu conciencia. Ten el gusto de verte a ti mismo. Lee todo. Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor esfuerzo y tu mejor estilo. Lee también aquellas páginas que nunca quisieras haberlas escrito. No.... no intentes arrancarlas, es inútil. Ten valor para leerlas, son tuyas. No puedes arrancarlas, pero puedes anularlas cuando escribas tu siguiente libro.
Por consiguiente, no podemos iniciar nuestro libro de este año fuera de los ámbitos de Dios, tenemos que hacerlo dentro de los planes de Dios, que es el dueño de la vida, y como dueño de la vida hace que sus planes se realicen en nosotros, ya que son para nuestro bien.(Mt 20, 1-26). San Pablo, en un hermoso texto bíblico nos invita a tener siempre en cuenta los designios de Dios en nuestra vida, a renunciar a toda maldad y a ser un pueblo fervorosamente dedicado a practicar el bien de una forma perseverante (Tito, 1, 11-14)
Construir este año al margen, incluso, en contra de los planes de Dios es una vía rápida y segura al fracaso; en cambio construir la vida teniendo en cuenta los planes de Dios, es darle a la vida el valor con el cual ha sido creada, “Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles”(Sal 126). Dios, al crearnos, nos traza un proyecto de vida, proyecto que todos debemos procurar buscar, encontrar y realizar (Documento de Aparecida 391).
En la actualidad, hay quienes viven o quieren vivir como si Dios no existiera; esto se palpa en la manera de pensar y actuar con respecto a la vida (a través de las drogas, el alcohol, la prostitución, el aborto, la eutanasia, el suicidio e incluso en una falta de preocupación por la salud). Este año que iniciamos tenemos que afrontar las situaciones que amenazan la propia vida y la de los demás; pues únicamente el mundo cambiará cuando tú y yo cambiemos en el modo de ver y valorar la vida en Cristo quien nos dice: “Yo soy el camino, la verdad y vida” (Jn 14, 6; Aparecida 33).
Por eso, este año tiene que ser para cada uno de nosotros una oportunidad para mirar en el horizonte de nuestra vida la felicidad como una posibilidad real y como una esperanza para aquellos que la han perdido por vivir de una manera superficial e irresponsable (por ejemplo: el fracaso de tantas familias que sufren a causa del orgullo, la infidelidad, la falta de perdón, reconciliación, comprensión y apoyo).
Al iniciar un nuevo año, hay quienes se ponen confiadamente en manos de Dios; otros, tienen una gran preocupación en prácticas supersticiosas como: vestir alguna prenda de color rojo, comer uvas, etc., para atraer la buena suerte, sin caer en cuenta que la seguridad y la felicidad dependen de un ser superior, Dios y de nuestro empeño y dedicación al trabajo, en la práctica cotidiana del ahorro, en mantenernos a sana distancia del consumismo y despilfarro. Por eso, una de las causas por las cuales los jóvenes tienen un mínimo interés por las cosas de Dios, es que ha sido desplazado por dioses materiales, que únicamente dan una satisfacción temporal y no eterna, como la que da nuestro Dios.
Hermanas y hermanos, iniciemos este año con la mirada firme en el horizonte, viviendo los grandes valores del Evangelio: amor, trabajo, justicia, honestidad, comprensión, respeto y paz. Valores que hacen que la vida sea auténtica, segura en su objetivo, madura y solidaria con los demás.
En el amanecer de un nuevo año, compartamos “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (G.S. 1). Haciendo realidad, las palabras del Papa Benedicto XVI, que nos invita a combatir la pobreza y construir la paz. ¿Qué debemos entender por pobreza, según nuestro Papa? Nos dice que debemos tener una visión amplia y realista de la pobreza. Si ésta fuese únicamente material, las ciencias sociales, que nos ayudan a medir los fenómenos basándose sobre todo en datos de tipo cuantitativo, serían suficientes para iluminar sus principales características. Sin embargo, sabemos que hay pobrezas inmateriales, que no son consecuencia directa y automática de carencias materiales. Por ejemplo, en las sociedades ricas y desarrolladas existen fenómenos de marginación, de pobreza relacional, moral y espiritual: se trata de personas desorientadas interiormente, aquejadas por formas diversas de malestar, a pesar de su bienestar económico. Está, por una parte, el llamado « subdesarrollo moral» y, por otra, las consecuencias negativas del «súperdesarrollo». Tampoco debemos olvidar que, en las sociedades definidas como «pobres», el crecimiento económico se ve frecuentemente entorpecido por impedimentos culturales, que no permiten utilizar adecuadamente los recursos. De todos modos, es verdad que cualquier forma de pobreza no asumida libremente tiene su raíz en la falta de respeto por la dignidad trascendente de la persona humana. Cuando no se considera al hombre en su vocación integral y no se respetan las exigencias de una verdadera «ecología humana», se desencadenan también dinámicas perversas de pobreza que afectan a la misma humanidad.
Por eso, en la medida que cada uno procure salir de su pobreza en todas sus dimensiones, no hace otra cosa que lograr la paz personal y la solidaridad con los demás. Sobre todo en el Evangelio aprendemos la sublime lección de ser pobres siguiendo a Jesús pobre, la de anunciar con nuestra propia vida el Evangelio de la paz… sin poner nuestra confianza en el dinero ni en el poder de este mundo (Aparecida 31).
Equipo de presbíteros y diáconos
de la parroquia de la Purísima Concepción y de San José
Progreso, Yucatán .
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