jueves, 31 de diciembre de 2009

MENSAJ E DE FIN DE AÑO DE LA PARROQUIA.


Hermanas y hermanos, en el amanecer de un nuevo año, no podemos quedarnos callados o indiferentes ante este gran regalo que Dios nos ha concedido en su gran bondad y misericordia. Esta es una ocasión más que propicia para hacer nuestras las palabras del Salmo 116,12-13 : “¿cómo le pagaremos al Señor todo el bien que nos ha hecho?” en verdad somos afortunados por el simple hecho de finalizar un año e iniciar uno nuevo con todo y un horizonte insospechado de posibilidades, retos, proyectos, sueños y múltiples propósitos que de manera atropellada nos vienen a la mente y se agitan en nuestro corazón en espera de que en el transcurso de este 2010 a base de esfuerzo, dedicación, sacrificio y sobre todo con la bendición de lo alto, sean una hermosa realidad.
El año 2009, ha quedado para la historia. Algunos dicen que fue un año como para llorar, que fue muy difícil en todos los sentidos; que en vez de avanzar, retrocedimos; que nos fue de mal en peor, etc.. Otros, en vez de ver el vaso medio vacío, lo ven medio lleno y ponderan lo positivo y los logros alcanzados en la economía, en pesca, en la lucha contra el narcotráfico, en el esfuerzo por ofrecer seguridad y trabajo a quienes vivimos en este gran país que es México. Ciertamente que falta mucho por hacer, pero también hay que mirar el camino andado y recordar con el poeta “caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Y en eso estamos. No falta en este echarle un vistazo al pasado, quienes piensan que la situación pudo haber estado peor y que eso es más que suficiente para estar tranquilos y agradecidos en espera de que la economía mejore, la salud no se quebrante, el próximo proceso electoral para elegir alcaldes y diputados locales sea ejemplar, transparente, respetuoso, con abundante participación de nuestro pueblo, el trabajo no falte y que Dios no nos suelte de su mano amorosa (y que el equipo representativo de México haga un papel decoroso en el mundial de fútbol), entre otras cosas.

Con ocasión del año nuevo, y ante el grave deterioro del planeta, nos hemos enterado con tristeza de los pobres resultados de la Cumbre sobre el medio ambiente realizada en Copenhague. Los grandes emisores de gases contaminantes Estados Unidos y China, no se han comprometido del todo a reducir sus niveles de contaminación, lo cual pone en riesgo el presente y el futuro de la creación y de quienes habitamos este mundo. Ya es tiempo que nos pongamos las pilas, de que nos caiga el veinte, y recordemos que si todos somos parte del problema del deterioro ambiental por nuestras prácticas irresponsables (contaminación del manto de agua dulce y de nuestros mares , manejo inadecuado de los residuos sólidos, quema de la basura, depredación de especies, tala de árboles, etc.), también todos (maestros, alumnos, autoridades, pescadores, Iglesias, veraneantes, campesinos, ganaderos, mecánicos, prestadores de servicios, etc.) debemos ser parte de la solución a través de educación, acciones concretas en las que se involucren las familias, instituciones y toda la sociedad en esta tarea urgente y permanente de proteger el mundo en que vivimos. Es necesario actuar juntos, hombro con hombro, y a la voz de ya. No se trata de que seamos alarmistas ni activistas ambientales, sino habitantes conscientes, agradecidos y responsables de un mundo que ya no puede soportar más agresiones que pongan en riesgo la supervivencia y convivencia de la gran familia humana.
Ante este panorama real, el Papa Benedicto XVI en su mensaje para la celebración de la XLIII Jornada mundial de la paz, ha lanzado un grito que esperamos resuene en el corazón de toda la humanidad: “si quieres promover la paz, protege la creación”. No es, ciertamente, la primera vez que la Iglesia toca el tema ambiental. El Papa Juan Pablo II a lo largo de su pontificado y en distintos foros, recalcaba con insistencia la necesidad del cuidado de la creación. Incluso en cierta ocasión que visitaba tierras chilenas, teniendo ante su mirada los glaciares que ya comenzaban a sentir los efectos del cambio climático decía: “ya basta que nuestra mundo sea agredido y depredado”. Incluso en el año 1990 Juan pablo II habló de una verdadera “crisis ecológica” que requería de la urgente necesidad de una nueva solidaridad. Actuales, urgentes y elocuentes son las palabras del Papa Benedicto XVI en la conclusión de su mensaje citado: “ He aquí un desafío urgente que se ha de afrontar de modo unánime con un renovado empeño; he aquí una oportunidad providencial para legar a las nuevas generaciones la perspectiva de un futuro mejor para todos. Que los responsables de las naciones sean conscientes de ello, así como los que, en todos los ámbitos, se interesan por el destino de la humanidad: la salvaguardia de la creación y la consecución de la paz son realidades íntimamente relacionadas entre sí. Por eso, invito a todos los creyentes a elevar una ferviente oración a Dios, Creador todopoderoso y Padre de misericordia, para que en el corazón de cada hombre y de cada mujer resuene, se acoja y se viva el apremiante llamamiento: Si quieres promover la paz, protege la creación”.
Que este 2010 sea de trabajo intenso y conjunto a favor de la creación. Solo así será en realidad un feliz año.



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