Mensaje cuaresmal de los diáconos Melquíades Chan Díaz, Carlos Pérez Vidal y Pbros. Humberto Tun Balam y Lorenzo Mex Jiménez de la Parroquia de la Purísima Concepción y de San José
En más de una ocasión hemos dicho o escuchado que el miércoles de ceniza, es una celebración penitencial para borrar los pecados cometidos en el tiempo de carnaval, incluso algunos piensan que la ceniza lo deben de recibir únicamente los que se disfrazaron o participaron de alguna manera en las fiestas de carnaval.
En primer lugar, antes de hablar del significado de la ceniza, es muy importante saber que todos los cristianos que tengan uso de razón están invitados a recibir las cenizas.
En realidad, ¿cuál es el sentido auténtico de recibir la ceniza?. Al acercarnos a los templos para que nos impongan la ceniza, expresamos con humildad y sinceridad de corazón nuestro arrepentimiento y nuestro interés por conocer más a Jesús, el Hijo de Dios.
La ceniza nos recuerda la condición débil y caduca del ser humano, que camina hacia la muerte; de su situación pecadora, de su oración y súplica ardiente para que el Señor venga en nuestra ayuda, de la resurrección, ya que el hombre está destinado a participar en el triunfo de Cristo. (Gen 2,7; 3,19;18,27; Sal 104,29)
Centremos ahora nuestra atención en este tiempo tan importante como es la cuaresma, que es un tiempo privilegiado y esperado por todos los cristianos, para intensificar nuestra vida cristiana a través de la oración, la confrontación de la vida con el Evangelio y la atención a las necesidades del prójimo. El Papa Benedicto XVI en su mensaje para la cuaresma de este año, insiste sobre todo en la dimensión social de las prácticas cuaresmales.
La oración y la confrontación del Evangelio con nuestra propia vida, nos ayudan a que cada día nos acerquemos a Dios y a los demás, y a vencer el mal en todas sus manifestaciones: drogas, violencia, el crimen organizado, la prostitución de adolescentes, el desorden afectivo, el lavado de dinero, la desintegración familiar, las infidelidades, la corrupción, etc..
Por eso, es importante vivir la conversión, regresar a la casa del Padre, volver al origen de nuestra naturaleza de ser hijos de Dios, dejar aquello que no es propio del hombre como el rencor, el egoísmo, las envidias, la soberbia, el odio, etc.; y volver al amor, al perdón, a la comprensión, al respeto, es decir, “morir con Cristo al pecado, renacer a una vida nueva, de acuerdo a nuestra dignidad de Hijos de Dios” (Benedicto XVI, Mensaje de cuaresma 2009)
Pero, ¿qué es en realidad convertirse? el Papa Benedicto XVI, en su mensaje ya citado, nos dice al respecto, que la conversión quiere decir buscar a Dios, caminar con Dios, seguir dócilmente las enseñanzas de su Hijo, Jesucristo; convertirse no es un esfuerzo para realizarse uno mismo, porque el ser humano no es el arquitecto del propio destino. Nosotros no nos hemos hecho a nosotros mismos. Por ello, la autorrealización es una contradicción y es demasiado poco para nosotros. Tenemos un destino más alto. Podríamos decir que la conversión consiste precisamente en no considerarse en «creadores» de sí mismos, descubriendo de este modo la verdad, porque no somos autores de nosotros mismos. Por tanto, conversión consiste en aceptar libremente y con amor que dependemos totalmente de Dios, nuestro verdadero Creador, que dependemos del amor. Esto no es dependencia, sino libertad. En resumen, convertirse significa, no perseguir el éxito personal, que es algo que pasa, sino seguir con sencillez y confianza al Señor para que Jesús sea el centro de nuestra vida.
Así, pues, es tiempo para cambiar de mentalidad, de dejar esos pensamientos que muchas veces dañan la percepción de las personas, objetos y del mismo Dios.Que esta cuaresma hagamos un recorrido hacia lo más profundo de nuestro ser y abramos las puertas a Dios que nos ofrece amor, paz y consuelo. Hagamos una revisión de nuestra propia existencia para ver sí somos imitadores de Cristo o imitadores del mal.
En más de una ocasión hemos dicho o escuchado que el miércoles de ceniza, es una celebración penitencial para borrar los pecados cometidos en el tiempo de carnaval, incluso algunos piensan que la ceniza lo deben de recibir únicamente los que se disfrazaron o participaron de alguna manera en las fiestas de carnaval.
En primer lugar, antes de hablar del significado de la ceniza, es muy importante saber que todos los cristianos que tengan uso de razón están invitados a recibir las cenizas.
En realidad, ¿cuál es el sentido auténtico de recibir la ceniza?. Al acercarnos a los templos para que nos impongan la ceniza, expresamos con humildad y sinceridad de corazón nuestro arrepentimiento y nuestro interés por conocer más a Jesús, el Hijo de Dios.
La ceniza nos recuerda la condición débil y caduca del ser humano, que camina hacia la muerte; de su situación pecadora, de su oración y súplica ardiente para que el Señor venga en nuestra ayuda, de la resurrección, ya que el hombre está destinado a participar en el triunfo de Cristo. (Gen 2,7; 3,19;18,27; Sal 104,29)
Centremos ahora nuestra atención en este tiempo tan importante como es la cuaresma, que es un tiempo privilegiado y esperado por todos los cristianos, para intensificar nuestra vida cristiana a través de la oración, la confrontación de la vida con el Evangelio y la atención a las necesidades del prójimo. El Papa Benedicto XVI en su mensaje para la cuaresma de este año, insiste sobre todo en la dimensión social de las prácticas cuaresmales.
La oración y la confrontación del Evangelio con nuestra propia vida, nos ayudan a que cada día nos acerquemos a Dios y a los demás, y a vencer el mal en todas sus manifestaciones: drogas, violencia, el crimen organizado, la prostitución de adolescentes, el desorden afectivo, el lavado de dinero, la desintegración familiar, las infidelidades, la corrupción, etc..
Por eso, es importante vivir la conversión, regresar a la casa del Padre, volver al origen de nuestra naturaleza de ser hijos de Dios, dejar aquello que no es propio del hombre como el rencor, el egoísmo, las envidias, la soberbia, el odio, etc.; y volver al amor, al perdón, a la comprensión, al respeto, es decir, “morir con Cristo al pecado, renacer a una vida nueva, de acuerdo a nuestra dignidad de Hijos de Dios” (Benedicto XVI, Mensaje de cuaresma 2009)
Pero, ¿qué es en realidad convertirse? el Papa Benedicto XVI, en su mensaje ya citado, nos dice al respecto, que la conversión quiere decir buscar a Dios, caminar con Dios, seguir dócilmente las enseñanzas de su Hijo, Jesucristo; convertirse no es un esfuerzo para realizarse uno mismo, porque el ser humano no es el arquitecto del propio destino. Nosotros no nos hemos hecho a nosotros mismos. Por ello, la autorrealización es una contradicción y es demasiado poco para nosotros. Tenemos un destino más alto. Podríamos decir que la conversión consiste precisamente en no considerarse en «creadores» de sí mismos, descubriendo de este modo la verdad, porque no somos autores de nosotros mismos. Por tanto, conversión consiste en aceptar libremente y con amor que dependemos totalmente de Dios, nuestro verdadero Creador, que dependemos del amor. Esto no es dependencia, sino libertad. En resumen, convertirse significa, no perseguir el éxito personal, que es algo que pasa, sino seguir con sencillez y confianza al Señor para que Jesús sea el centro de nuestra vida.
Así, pues, es tiempo para cambiar de mentalidad, de dejar esos pensamientos que muchas veces dañan la percepción de las personas, objetos y del mismo Dios.Que esta cuaresma hagamos un recorrido hacia lo más profundo de nuestro ser y abramos las puertas a Dios que nos ofrece amor, paz y consuelo. Hagamos una revisión de nuestra propia existencia para ver sí somos imitadores de Cristo o imitadores del mal.
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