Vivan en paz, procuren el bien y cuídense del mal” (I Tes. 5,13-21)
Al celebrar con toda la Iglesia a Cristo resucitado, llegamos, hermanas y hermanos, al momento culminante de nuestra preparación cuaresmal. Desde el inicio de la cuaresma se nos invitaba a caminar con Jesús, a acompañarlo hasta Jerusalén, lugar de su muerte y resurrección. Hoy, llenos de gozo, en un ambiente de fiesta, de luces, de colores, de esperanzas e ilusiones siempre nuevas, nos situamos en aquel momento más grande de la historia: Cristo sale victorioso de la oscuridad y frialdad del sepulcro, ilumina y llena de color y de calor el ayer, el hoy y el mañana de la humanidad y abre para todos un horizonte lleno de vida, de eternidad, de plenitud, de alegría, de certezas, de realidades siempre nuevas y esperanzadoras capaces de dar sentido a la historia humana, historia marcada en nuestros días por la incertidumbre, el dolor, la tragedia, la violencia, la inseguridad, el temor, la desesperación y la muerte.
Vivan en paz, procuren el bien y cuídense de todo mal, exhortación de San Pablo que encontramos en el capítulo 5 de su carta a los tesalonicenses; palabras oportunas y acertadas para reflexionar en estos días solemnes de la pascua, días de alegría desbordante, de gracia y de paz verdaderas, sobre todo si recordamos que el primer saludo de Cristo resucitado a sus amigos fue con estas palabras: “La paz esté con ustedes” (Jn. 20,29). No pueden ser más alentadoras y consoladoras estas palabras del resucitado sobre todo si tenemos en cuenta la realidad de inseguridad y violencia que se vive en nuestro país que nos hace vivir con miedo, dolor e incertidumbre. ¡Qué bien nos hace escucharlas
Al celebrar con toda la Iglesia a Cristo resucitado, llegamos, hermanas y hermanos, al momento culminante de nuestra preparación cuaresmal. Desde el inicio de la cuaresma se nos invitaba a caminar con Jesús, a acompañarlo hasta Jerusalén, lugar de su muerte y resurrección. Hoy, llenos de gozo, en un ambiente de fiesta, de luces, de colores, de esperanzas e ilusiones siempre nuevas, nos situamos en aquel momento más grande de la historia: Cristo sale victorioso de la oscuridad y frialdad del sepulcro, ilumina y llena de color y de calor el ayer, el hoy y el mañana de la humanidad y abre para todos un horizonte lleno de vida, de eternidad, de plenitud, de alegría, de certezas, de realidades siempre nuevas y esperanzadoras capaces de dar sentido a la historia humana, historia marcada en nuestros días por la incertidumbre, el dolor, la tragedia, la violencia, la inseguridad, el temor, la desesperación y la muerte.
Vivan en paz, procuren el bien y cuídense de todo mal, exhortación de San Pablo que encontramos en el capítulo 5 de su carta a los tesalonicenses; palabras oportunas y acertadas para reflexionar en estos días solemnes de la pascua, días de alegría desbordante, de gracia y de paz verdaderas, sobre todo si recordamos que el primer saludo de Cristo resucitado a sus amigos fue con estas palabras: “La paz esté con ustedes” (Jn. 20,29). No pueden ser más alentadoras y consoladoras estas palabras del resucitado sobre todo si tenemos en cuenta la realidad de inseguridad y violencia que se vive en nuestro país que nos hace vivir con miedo, dolor e incertidumbre. ¡Qué bien nos hace escucharlas
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